sábado, 25 de agosto de 2012

Sin título.

Tenías la intensidad de una llama,
tenías la gélida mano sobre la calefacción, en el salpicadero.
Tuviste fuego quemándote las llemas de los dedos.
Candor, Ardientes sueños.
Lo tuviste, lo perdiste, lo volviste a tener.
Bebiste sorbos dulces de su boca,
acariciaste suavemente palabras,
las tomaste como tuyas.
Eran para ti.
Soplaste lentamente, apagaste la vela.
Dejaste volar las cenizas,
quizás volaste muy lejos con ellas.
Tuviste otro calor de voz rasgada,
velas alumbrando el pasillo de entrada.
Te dejaste guiar por un camino pegajoso,
no saliste a tiempo, llegaste paseando a Paris.
Soltaste lastre, piedras en los bolsillos,
rozaste los destellos de las estrellas,
olvidaste que no son los besos los que hacen que sobrevivamos.
Y ahora ya no sabes cual es la llama intensa,
ya no sabes calentarte las manos en salpicaderos.
Ahora ya no te quemas con fuego,
ni ardes en sueños.
Ahora no hay sorbos dulces ni amargos en tu boca,
no hay más palabras para una loca.
Hay tan solo una pequeña hoguera,
que arde con arena,
y que cuando no llueve, quema.

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