sábado, 6 de mayo de 2017

Vamos a mojarnos.

Vamos a mojarnos.

Y no mientras diluvia en la Calle Real mientras nos besamos.
Deberíamos mojarnos de verdad, como en cada una de aquellas discusiones infructíferas,
que nos llevaron a una nada cavernícola dispuesta a destruir todo lo que habíamos construido juntos.
Deberíamos mojarnos hasta el punto de decidir si tú o Madrid,
si tus ojos de avellana o aquella casa de Malasaña llena de historias jamás contadas.
Voy a mojarme, 
como en cada una de aquellas noches tumbadas, que todavía ayer me recordaste, no sin darle antes un trago a la cerveza.
Como en nuestra esquina, tú ya sabes de lo que hablo, llena de cafés de diez minutos concisos. 
Como en cada una de nuestras playas y esos abrazos de verano, donde tú creías que no te amaba.
Voy a mojarme hasta el punto de contarte que soy visceral, y que siento mucho que hayas llegado a pensar que nunca estaba para ti. Lo cierto es que recuerdo cada una de nuestras conversaciones hasta la madrugada, impregnadas de calimocho del mejor vino de un Bar noctámbulo de Santa Cristina.
Si hablasen las paredes de todas aquellas habitaciones que pisamos de manera intensa y fugaz, y si tuviera la palabra unos segundos la estrella de plata a la que trasladamos nuestras energías, se que hoy, estarías convencido de seguir a mi lado.
Por cierto, gracias. 
Porque ya de mojarme, decirte que sin ti nunca lo habría superado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario